Opinión
Por Marcelo Vera , 11 de diciembre de 2020Trastorno maníaco-depresivo o trastorno bipolar: el vaivén por la euforia y la tristeza
El trastorno bipolar es una enfermedad mental que provoca cambios extremos en el estado de ánimo de las personas afectadas, condición de salud que les significa pasar por altibajos emocionales que van desde trastornos de tipo depresivo hasta episodios de tipo maníaco o de euforia extrema, de ahí, que hasta hace un tiempo atrás, a esta enfermedad se la llamaba “trastorno maníaco-depresivo”.
Si bien, aún se desconoce la causa exacta del trastorno bipolar, las investigaciones indican que podría tratarse de una combinación de factores, donde las variables genéticas y ambientales se sumarían a una alteración de las sustancias químicas en las estructuras cerebrales, lo que provocaría un desequilibrio emocional que obligaría al sujeto a transitar de un polo –o etapa– eufórica y de exaltación del ánimo, a su polo contrario, es decir, de gran tristeza y depresión, con un estado de desánimo generalizado.
Es así, entonces, que estas personas pasan por una etapa en la que se sienten muy animadas y felices, mostrando un gran caudal energético y siendo mucho más activas de lo habitual, condición que determina que a esta fase se la llame “episodio maníaco”. En otras ocasiones, en cambio, los individuos afectados por el trastorno bipolar aparecen ante los ojos de los demás con claros signos depresivos, tristes, melancólicos, con escaso nivel de energía y mucho menos activos que lo normal, razón por la cual, a esta fase se la conoce como fase depresiva o episodio depresivo.
Ahora bien, un porcentaje menor de los pacientes depresivos pueden presentar, además, episodios depresivos con carácter psicótico, es decir, que pueden experimentar alucinaciones, delirios relacionados con el desánimo o el desaliento, en cuyo caso, pueden tener ideas pesimistas de ruina económica o del fin del mundo, así como también ideas de destrucción corporal, es decir, que habrían partes de su cuerpo que no funcionan adecuadamente.
Tanto la fase maníaca como así también la depresiva pueden ser breves –desde unas pocas horas– o bien, durar varios días. En este sentido, los períodos de manía y depresión pueden variar de persona a persona y ser mucho más largos, al punto, que en algunos casos los ciclos pueden permanecer activos durante semanas e, incluso, por meses.
Revisemos algunos de sus síntomas:
1. Síntomas depresivos: estado de ánimo triste, pérdida de la autoestima,ensimismamiento, desesperanza, sentimientos de culpa, fatiga –cansancio o aburrimiento– que puede durar semanas o meses, somnolencia diurna persistente, insomnio e incapacidad para dormir, pérdida del apetito, pensamientos suicidas, planificación e intentos de quitarse la vida, disminución o pérdida de interés y placer por cosas que antes disfrutaba.
2. Síntomas maníacos: sensación de euforia y exaltación del ánimo, alto nivel de energía e hiperactividad con la sensación de que se es capaz de hacer múltiples actividades a la vez, el maníaco es dueño de ideas grandiosas que el sujeto quiere poner en práctica, aún cuando no tienen ninguna base de factibilidad, el sujeto muestra conductas imprudentes y de riesgo para su integridad física, tales como conducir a exceso de velocidad o realizar actividades que ponen en peligro su vida bajo la creencia de que es poseedor de poderes especiales que lo hacen invulnerable y que impiden que le pase algo malo. Pueden, asimismo, estar auto convencidos que ellos son ricos, poderoso y famosos.
Es preciso destacar, que no resulta un tema sencillo diagnosticar el trastorno bipolar y, más a menudo de lo que se cree, se presenta el caso de pacientes que sufren de bipolaridad que pasan años visitando médico tras médico, antes de que se les diagnostique este trastorno de manera correcta. Esto se debe al hecho que algunos de los síntomas que caracterizan al trastorno bipolar pueden confundirse con otros problemas de salud mental de naturaleza diferente, como por ejemplo, con un trastorno esquizofrénico –a raíz de las alucinaciones o delirios que experimenta el sujeto– o bien, con una depresión, ya sea de tipo endógena o reactiva, como consecuencia de los síntomas que caracterizan a una depresión.
Digamos finalmente, que si bien no existe aún un medicamento o un tratamiento definitivo para la bipolaridad –y que se la considera una enfermedad que no tiene cura–, la persona diagnosticada correctamente, puede someterse a un proceso psicoterapéutico que le ayudará a controlar y/o disminuir notablemente la intensidad de los síntomas que experimenta, de manera tal, de poder controlar de mejor manera los constantes cambios en su estado de ánimo, así como también los diversos problemas de comportamiento propios de su enfermedad.
Este tratamiento –que incluye tanto terapia psicológica, como así también la administración de algunos medicamentos y estabilizadores del ánimo–, tiene buenos resultados cuando el paciente es constante y no lo interrumpe arbitrariamente. Los estabilizadores del ánimo, por ejemplo, lo que buscan es prevenir, justamente, los episodios de depresión aguda o de euforia excesiva.
El riesgo que se corre, cuando el paciente suspende la toma de medicamentos y su terapia de manera unilateral y sin consultar con el especialista, es que todo vuelva a foja cero, en cuyo caso, el paciente comenzará rápidamente a vivir la misma montaña rusa de emociones con todo el arco iris de sintomatología que presentaba antes de iniciar su tratamiento, generando nuevamente mucha angustia en su familia.
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