Salud
Por Lucas Chaparro Sepúlveda , 30 de enero de 2021

Dolor crónico como consecuencia del COVID-19

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El dolor crónico es una experiencia que se torna persistente, incluso por años y que puede afectar varias estructuras del cuerpo humano. El Dr. Smiljan Astudillo, fisiatra y jefe del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación de Clínica Dávila, asegura que durante la pandemia se ha detectado un incremento de consultas por este tipo de afecciones. “La primera causa ha sido la manifestación propia de la infección del COVID-19 o el daño orgánico que provoca en pacientes contagiados. La segunda ha sido la descompensación de pacientes con dolor crónico por aumento de estrés, insomnio, inactividad física o ansiedad. Y la tercera es la pérdida de consultas habituales que los pacientes mantenían por su condición de dolor crónico y, por tanto, no han tenido tratamiento adecuado”, explica.

A su vez, la Dra. Natascha González, fisiatra y médico jefe del Centro de Rehabilitación Integral de Clínica Vespucio, añade: “Se pueden ver mayores descompensaciones del dolor crónico en pacientes ya diagnosticados, así como también en población que no sufría de esta patología previamente, por el estrés de la situación actual y el teletrabajo, ya que no siempre se cumplen las medidas de ergonomía destinadas a prevenir lesiones”.

El Dr. Astudillo explica que sufrir dolor crónico post COVID-19 se da con mayor frecuencia en pacientes críticos internados en la UCI, y que la intensidad del dolor es proporcional a la gravedad con que la enfermedad se desarrolló: “Una de las causas más frecuentes que me ha tocado ver con el síndrome post UCI es la polineuropatía del paciente crítico, un desorden de nervios periféricos que genera pérdida sensitiva o debilidad muscular”.

De acuerdo con un estudio publicado este año en US National Library of Medicine National Institutes of Health, las estimaciones de la prevalencia del dolor crónico después de la UCI varían del 14 al 77% según la escala de tiempo, el método de medición y la población.

“Algunas dolencias físicas que se presentan como secuela del virus son la debilidad muscular, la disnea, la sensación de falta de aire, el desacondicionamiento, la polineuropatía en los pacientes que estuvieron en UCI, el dolor neuropático, las secuelas propias de las injurias que el virus les provocó en distintos órganos (pulmones, cerebro, riñones, etc.), por lo que el 70 a 80% de los pacientes requiere neurorehabilitación”, agrega. 

Recomendaciones para tratar el dolor crónico

En muchos casos, los afectados deben convivir con esta enfermedad y no la pueden evitar, pero sí pueden atenuar y prevenir que el dolor se intensifique. El Dr. Astudillo entrega las siguientes recomendaciones:

  • Los pacientes que han dejado sus controles deben retomarlos.
  • En relación con el manejo farmacológico, este deberá ser indicado por su médico tratante. Los pacientes no deben automedicarse.
  • Desde lo no farmacológico, se aconseja la exposición solar, debido a que regula los ciclos circadianos del cuerpo y el nivel de cortisol. Por ende, se regulan los estados de estrés. Además, se activa la vitamina D que también es importante y tiene un rol relevante en la disminución del dolor crónico.
  • Realizar actividad física aeróbica, por ejemplo, caminar. Esto ayudará también a romper el encierro y la inactividad que han llevado por meses.
  • Si no pudiese salir, realizar una rutina de ejercicios que pueda ser guiada por un profesional. Si es posible con una bicicleta estática o elíptica, que le permita hacer ejercicios aeróbicos con tiempos e intensidades conocidas y ajustables. Lo recomendable es que estas actividades sean realizadas al menos tres veces por semana por 25-30 minutos, ya que es el tiempo necesario para reducir el dolor crónico.

Por su parte, la Dra. González agrega: “En muchos casos el apoyo por parte de profesionales de salud mental es un gran aliado, considerando el dolor crónico como patología en específico, y con mayor razón en el contexto epidemiológico que vivimos”.

La telerehabilitación destaca entre las alternativas

No todo ha sido negativo en la pandemia, prueba de esto es la telemedicina, una nueva forma de atención médica virtual, mediante videollamada que ha tomado gran protagonismo en el área de la salud. Aquí se encuentra la telerehabilitación, alternativa que destaca como una posibilidad de tratamiento del dolor crónico y que llegó para quedarse.

El fisiatra de Clínica Dávila afirma: “Esta nueva forma de hacer rehabilitación es un desafío y también una enorme oportunidad para entregar rehabilitación a personas a quienes, por distintos motivos, se les hace difícil el acceso a ella”.

A través de un sistema de consulta virtual, el paciente es atendido y evaluado por un profesional de la rehabilitación en el área requerida. Se realiza en un ambiente preparado para ello, permitiendo también al terapeuta integrar al paciente y su familia en el proceso de rehabilitación. “Se incluye su hogar y su cotidianeidad para lograr, de este modo, que el paciente viva y ejecute lo aprendido en su medio y esto pueda ser evaluado por nuestro equipo de rehabilitación”, explica el fisiatra.

En relación con lo anterior, la fisiatra de Clínica Vespucio, Dra. Natascha González, señala algunos beneficios de la telerehabilitación:

Es más accesible para los pacientes y, sobre todo, evita contagios en período de pandemia.

  • Permite mejorar la organización familiar, al posibilitar que el paciente sea evaluado con un familiar acompañante.
  • Ahorro de costos de desplazamiento y tiempos de espera.

Si bien telerehabilitación se inició post COVID-19, se pretende potenciar y fortalecer abordando más patologías y pacientes. “Debemos aprovechar esta oportunidad que se ha generado con la pandemia para ir promoviendo más el concepto de rehabilitación, su importancia y la necesidad de que sea parte relevante de las discusiones y medidas de salud de nuestro país. Queremos llegar a más pacientes y establecer una metodología que permita que este programa vaya creciendo y teniendo más alcance”, sostiene el Dr. Astudillo.

Por su parte, la Dra. González afirma que esta modalidad permite apoyar la recuperación en la dimensión física, cognitiva, comunicativa, sensorial y de integración social: “Se trata de un modelo de atención que permite disminuir las secuelas físicas y cognitivas del confinamiento. Junto con ello, fomenta el ejercicio dentro del hogar, reduciendo los efectos del sedentarismo y favoreciendo la autonomía del paciente”.

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